Comprendo que no es ninguna novedad hablar del tema de la crisis económica, pero a pesar de todo, nunca está de más incidir sobre la crisis del sistema, y especialmente, en la forma de salir de ella.
Partíamos de una posición, en la cual la caída del bloque del Este y el fin del sistema comunista había dejado el capitalismo como único referente, sin otro gran paradigma en el horizonte. En el año 1992, en pleno apogeo liberal, Francis Fukuyama publicó su famoso artículo el fin de la historia. Suponía el triunfo absoluto del sistema capitalista, el fin de la lucha de clases. El liberalismo económico se había convertido en el sistema único, era el final de la historia ideológica, la universalización de la democracia liberal como forma de gobierno. Los economistas de la escuela de Chicago hinchaban pecho y se veían como los grandes triunfadores.
En cambio muchos veíamos el sistema como imperfecto. A pesar del crecimiento del nivel de vida en la mayoría de países capitalistas, de forma simultánea, otros muchos países continuaban en la pobreza absoluta. Al mismo tiempo, la desigualdad social se veía incrementada en los propios países avanzados, donde iba creciendo lo que se dio en llamar cuarto mundo. Es decir, la pobreza y la miseria dentro del primer mundo. A pesar de todo, se hacía difícil criticar el sistema, pues el crecimiento económico era continuado. Ante tal situación, parecía que los partidos de izquierda del mundo occidental sólo podían aspirar a gestionar lo accesorio, no lo fundamental. Intentaré explicarme, la economía se había creado una imagen, irreal, pero de calado entre la población de que era intocable, es decir, que más da Solbes, Solchaga o Rato, todos gestionan igual, el margen no existe o es mínimo. A mi parecer, esta crisis económica nos ofrece la oportunidad de dar a conocer a la población que existe otra forma de hacer “gran economía”, desde la izquierda socialdemócrata. La crisis pone encima de la mesa de forma preeminente el tema del gasto público. Ahora se trata de dedicar grandes cantidades de dinero a obra pública. Se debe intentar hacer llegar a la población que esta política Keynesiana de incremento del gasto público, es una política de izquierda, claramente socialdemócrata, y que existe otra forma de manejar las magnitudes macroeconómicas. Debemos dejar bien claro que no solo podemos hacer unas leyes progresistas como la de igualdad, o de dependencia, sino que además podemos y sabemos manejar las magnitudes de la macroeconomía, incidiendo en el crecimiento económico desde una política decidida de gasto público.
Debe surgir una nueva forma de conducir los asuntos públicos y las magnitudes macroeconómicas, y si las decisiones son acertadas o no, el tiempo lo dirá. Desde una postura progresista, al menos debemos intentarlo, esta crisis nos da una oportunidad histórica. Ante la situación económica, debemos conciliar el pesimismo de la inteligencia que pueden transmitir los economistas, con el optimismo de la voluntad que se debe transmitir desde la política.
Esto podría ser solo el principio de una nueva forma de manejar el capitalismo, con más control político sobre la economía y una mayor redistribución de la riqueza. Mientras tanto, esperamos el nuevo gran paradigma que supere un comunismo caído y un capitalismo tocado. No debemos renunciar a ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario